Jorge estaba paseando por el parque cuando la vio. Era una mujer de unos 45 años, con curvas esculturales, piel morena y ojos negros. Se llamaba Carmen.
Llevaba un vestido que resaltaba su figura, dejando poco a la imaginación.
Jorge sintió latir su corazón al verla. Era demasiado tentadora y provocativa. Decidió acercarse a hablar con ella, esperando que accediera a seguirlo a su casa.
Carmen le sonrió coquetamente al verlo. «Hola guapo, ¿cómo estás?». Jorge sonrió, encantado. «¡Encantado de conocerte! Me llamo Jorge. ¿Y tú, hermosa Carmen?».
Ella le miró con ojos negros brillantes y dijo: «Un placer conocerte Jorge». Jorge tomó su mano y la besó, cautivándola. Carmen parecía igualmente atraída a él.
No tardaron en pasear juntos por el parque, mirándose con deseo. Jorge no dejaba de tocarle el brazo o rosar sus senos con el suyo, comprobando su reacción. Carmen jadeaba y se estremecía a su contacto.
Cuando el parque se vació, Jorge le propuso ir a su casa, sugiriendo «continuar la fiesta». Carmen accedió gustosa, deseosa de experimentar placeres prohibidos.
Jorge la llevó a su casa y la empujó contra la puerta, besándola apasionadamente. Carmen enredó sus dedos en su cabello, correspondiendo el beso con igual intensidad y mira lo que pasa.